En mi recién descubierto Una Blog como otra cualquiera, leí este post buenísimo, no he podido más que asentir durante toda la lectura tanto del post como de los comentarios, no tiene desperdicio:
Los padres y madres que tenéis hijas probablemente habéis vivido lo mismo que yo.
Todos los regalos que la niña ha recibido desde que nació (patucos, rebequitas, gorritos, mañanitas, juegos de peine y cepillo para bebés…) son, en su gran mayoría, rosas. Seguro que os han insistido desde el primer día para que agujereéis las orejas a la niña. Seguro que la mayoría lo habéis hecho.
Ya en la guardería o en el cole le habéis comprado a la niña la Barbie y el Pequeño Pony (también rosa) porque la niña os lo ha pedido, y os lo ha pedido porque las demás niñas tienen barbies y pequeñoponis y ella no ha querido ser/sentirse (que viene a ser lo mismo) diferente.La mayoría de vosotros/as pensaréis que esto no es ningún drama. Hasta cierto punto.
Por ejemplo, las madres de niñas estáis acostumbradas a escuchar cada dos por tres ” qué niña tan guapa”. Mi hija lo ha escuchado desde que nació Y le gusta que se lo digan. También me han dicho siempre, en la guardería y en el colegio, que es una niña buena. Tantas veces lo han dicho que la propia niña cuando habla de sí misma dice “Yo soy guapa y buena, y mi profesora me quiere mucho”.
Desde luego no está mal que la niña ya tenga la autoestima alta desde la más tierna infancia, pero por otra parte ¿no es triste que lo que se valore en ella sea desde el principio su belleza y su bondad? Entendiéndose bondad como la capacidad de adaptarse y de no molestar, porque cuando las profesoras dicen que mi hija es buena no me vienen a decir que comparte sus galletas con los otros niños (que, por cierto, también lo hace) sino que no grita y no estorba en clase.
Y sin embargo, he observado muchas veces cómo en la puerta del colegio cuando la misma profesora habla de un niño dice: “Fernandito es un poco trasto” (si me preguntan a mí les diré que, más que trasto, el tal Fernandito es de la piel del diablo) pero con una sonrisa, dando a entender que no está mal que Fernandito sea revoltoso, ya que los niños (con “o”) son así.
A mí también me educaron desde pequeña para creer que lo más importante en una mujer era la belleza y la bondad. Y la pena es que he crecido y sigo teniendo la misma idea.
Quizá no en el consciente, pero evidentemente sí que se trata de un condicionamiento que actúa desde el inconsciente. Si no ¿por qué me deprimo tanto cuando advierto que ya tengo arrugas y que no hay crema ni láser en el mundo que me pudiera quitar la celulitis?
Al fin y al cabo, mi trabajo no depende de mi belleza y tengo cuarenta y un años, y es evidente que lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible, de forma que lo normal es que a mi edad tenga arrugas y celulitis, porque que yo sepa no he sido tan buena ni tan devota como para que el Señor vaya a hacer un milagro precisamente conmigo.
Por eso me parece que tenemos que tener especial cuidado en neutralizar unos mensajes que de forma inconsciente e incluso bienintencionada estamos enviando constantemente a nuestras hijas, porque en el futuro esas vocecitas insidiosas que claman desde el inconsciente les podrían hacer tanto daño como ya me lo hacen a mí, y probablemente a las lectoras.
Y lo mismo digo de los niños. Quizá no sea bueno que reforcemos en Fernandito la idea de que ser revoltoso es divertido. Porque Fernandito no es simplemente revoltoso sino un perfecto maleducado.
Y es que mucha gente confunde la educación con la instrucción, y aunque Fernandito va a un buen colegio donde está aprendiendo inglés y judo, no está aprendiendo el objeto básico de la educación, el cual, según un famoso político cuyo nombre no recuerdo, no era otro que el de aprender a gobernarse a sí mismo.
domingo, 9 de agosto de 2009
Publicado por Monilla en 10:26 a. m.
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